Recuperación postesfuerzo: inmersión en agua fría.

Recuperación postesfuerzo: inmersión en agua fría.

Uno de los métodos más habituales para atenuar los descensos de rendimiento o para favorecer procesos de rehabilitación de lesiones es la aplicación de hielo, bien de forma localizada o bien en forma de baño con agua helada. Pero, ¿qué ocurre cuando utilizamos este método para recuperarnos después de un esfuerzo? ¿aceleramos realmente el proceso de recuperación? ¿qué consecuencias tiene en las adaptaciones a largo plazo?

Cuando realizamos un esfuerzo físico importante, sobre todo si es novedoso e involucra contracciones excéntricas, pueden aparecer microtraumas acompañados de procesos inflamatorios y que normalmente generan disconfort o incluso dolor. En muchas ocasiones , ya sea con el objetivo de atenuar los descensos de rendimiento en un siguiente entrenamiento o competición, o para favorecer procesos de rehabilitación de lesiones, recurrimos a métodos que nos puedan ayudar a restablecer las condiciones basales y eliminar las molestias causadas por el daño generado.

Uno de los mas habituales es la aplicación de hielo, bien de forma localizada o bien en forma de baño con agua a baja temperatura. Pero, ¿qué ocurre cuando utilizamos este método de recuperación  postesfuerzo tan común? ¿aceleramos realmente el proceso de recuperación? ¿qué consecuencias tiene en las adaptaciones a largo plazo? 

En diferentes medios podemos escuchar que la inmersión en agua fría hará que nuestra temperatura decaiga y que descienda el flujo sanguíneo. Esto hará que la posible inflamación que podamos tener después de que hayamos hecho un gran esfuerzo y haya cierto daño en los tejidos se atenúe. Lo que a su vez hace que tengamos menos molestias y recuperemos antes la capacidad de alcanzar cierto rendimiento físico. 

Sin embargo, después de consultar lo que hay investigado sobre el tema, veremos que nada de esto está tan claro. 

¿QUÉ OCURRE CUANDO NOS METEMOS EN AGUA FRÍA?

Se habla mucho (al menos yo lo he escuchado muchas veces) de que la aplicación de frío provoca una vasoconstricción que reduce el flujo sanguíneo en la zona corporal enfriada. Sin embargo, no parece que esto se dé siempre, ni que, aunque sí sea así, que menor temperatura del agua implique mayor descenso en el flujo sanguíneo (Fiscus et al., 2005; Gregson et al., 2011). Cuando se ha analizado con métodos más modernos se ha visto que parece darse una reducción del flujo de sangre a nivel superficial, pero que la inmersión en agua fría tiene efectos poco importante sobre la perfusión a nivel muscular (Mawhinney et al. 2020). También se ha demostrado que esta perfusión a nivel de musculatura profunda puede aumentar cuando la temperatura del agua es más baja (8 vs 15 y 22ºC).  Vamos, que no es tan fácil como decir que hay reducción del flujo de sangre por la inmersión en agua fría.

Figura 1. La imagen de la izquierda muestra los cambios en la perfusión a nivel muscular tras inmersión a diferentes temperaturas (la zona gris indica zona a partir de la cual si considera un cambio clínicamente significativo). La imagen de la derecha los cambios sobre la perfusión en diferentes musculaturas tras inmersión a diferentes temperaturas (Mawhinney et al. 2020).
Algo que está bastante evidenciado es que cuando nos metemos en agua fría la temperatura corporal desciende. A nivel superficial, pero también a nivel intramuscular. 
 
Empleando protocolos habituales y ampliamente recomendados como es el de estar 10-15 minutos en un agua a una temperatura de 10-15ºC la temperatura muscular puede reducirse entre 1 y 7ºC aproximadamente. No obstante, esta reducción dependerá de numerosos factores entre los que se incluye las características de la persona (ej. grosor grasa subcutánea, características vasculares …), el protocolo de inmersión en agua fría empleado (tiempo y temperatura) y la zona en la que se realiza la medición (piel, músculo superficial o músculo más profundo).
 
Por ejemplo, haciendo una inmersión de 10 minutos en agua a a 10ºC, la temperatura muscular puede descender de media unos 4ºC a 1 cm de profundidad y 3ºC a 2 cm, sin cambios significativos a 3 cm. Los valores máximos encontrados con este procotolo son algo mayores: 6.4ºC, 3.6ºC y 1.6ºC a 1, 2 y 3 cm, respectivamente (Freitag et al., 2021). Empleando protocolos de mayor duración (15 minutos), sí que se han observado descensos de temperatura a 3 cm bastante importantes, de hasta 7ºC (aunque en ese estudio no se realizó ejercicio previo a la inmersión en agua fría) (Kwiecien et al., 2019). 
 
Figura 2. Cambios en la temperatura intramuscular en relación con el grosor de grasa subcutánea (Freitag et al., 2021)
 
 
Además de esto, se ha observado que al realizar una inmersión en agua fría hay un aumento del sistema nervioso simpático . Algo que se puede observar al ver cómo incrementan los niveles de hormonas del estrés, como el cortisol, la adrenalina y la noradrenalina, en las horas posteriores a dicha inmersión (Jansky et al 1996; Eimonte et al., 2021). 
 
Figura 3. Cambios en las concentraciones de diferentes hormonas tras la inmersión en agua fría (Eimonte et al., 2021)
 

Todos estos cambios, unidos a la presión hidrostática que ejerce el agua y que podría ayudar a la eliminación de metabolitos, hacen de la inmersión en agua fría de un método con potencial (por diversos motivos) para ayudarnos en la recuperación postesfuerzo. 

Figura 4. Representación gráfica de la presión hidrostática y resumen de los posibles beneficios de la inmersión en agua (en rojo el agua fría) (Halson y Torres., 2021)
 

¿LOGRAMOS REDUCIR LA INFLAMACiÓN

Una de las principales justificaciones para la utilización de crioterapia y que podría explicar los beneficios de este tipo de método de recuperación, es la reducción del proceso inflamatorio acontecido tras la realización de contracciones musculares repetidas. No obstante, los efectos antiinflamatorios de la exposición al frío tras el ejercicio no están del todo claros.

Como muestra de ello, un grupo de investigadores (Peake et al., 2017), no encontró diferencias entre los efectos provocados por un protocolo de recuperación con inmersión en agua fría (10 min a 10.3 ± 0.5ºC) y los de un protocolo de recuperación activa (10 min a 36.6 ± 13.8 W) sobre los niveles de diferentes marcadores de inflamación y respuesta de estrés celular provocados por un entrenamiento de fuerza bastante intenso (ver aquí).

Es necesario tener en cuenta que el estudio de J. Peake et al (2017) comparó la inmersión en agua fría con un protocolo de recuperación activa, no con un grupo control. No obstante, esta limitación ha quedado en parte solventada con los resultados de otros grupos de investigación, que han demostrado que la inmersión en agua fría (10-20 min a 10-15ºC) no tiene un efecto mayor que la recuperación pasiva sobre ciertos marcadores inflamatorios (Ingram et al., 2009; White et al., 2014; Broatch et al., 2014; Stearns et al 2018; Leeder J et al. 2019) ni sobre la circunferencia del brazo o pierna (Eston y Peters, 1999; Goodall y Howatson, 2008). Incluso podemos encontrar que con la inmersión en frío estos marcadores muestren valores ligeramente peores. Es decir, mayor inflamación. Sobre todo, parece que ocurre si enfriamos mucho el cuerpo (ej. 30 minutos de inmersión) (White et al., 2014).

Figura 5. Se muestran niveles de mieloperoxidasa (MPO; marcador utilizado para conocer activación de neutrófilos) después de recuperación control o con diferentes protocolos agua fría. No hay diferencias significativas entre grupos. *, A, B, C y D indican cambios vs pretest para cada grupo.
 

 No obstante, otros estudios han mostrado que la inflamación (marcadores inflamatorios y el volumen de la pierna) fue menor en grupos que utilizaron la recuperación con frío que en grupos de recuperación activa, pasiva (Brophy-Williams et al. 2011; Roberts L et al., 2014Nunes et al., 2019Earp et al., 2019; Eimonte et al., 2021).

Figura 6. Gráficos de 2 estudios (Goodall y Howatson, 2008; Siqueira et al 2018) que muestran resultados diferentes en cuanto a circunferencia o grosor muscular después de haber realizado inmersión en agua fría. * Diferencias con respecto a pretest. a y b = Diferencias con respecto a pretest en control y CWI, respectivamente. c= diferencias entre grupos.

 

Tenemos un poco de todo. Tenemos hasta estudios que, a las 24 horas de realizar una inmersión en agua fría y en comparación con una recuperación control, encontraron un aumento de ciertos marcadores inflamatorios (proteína C reactiva: CRP), un descenso de otros (TNFalfa) y que otros marcadores pro y antiinflamatorios no mostraban diferencias entre grupos (IL-6, IL-10 e IL-1). Estos resultados les llevó a los autores a concluir que “En general, los hallazgos ambiguos de las citocinas inflamatorias en el presente estudio no sugieren que nuestro protocolo de múltiples inmersiónes en agua fría (lo hacían cada día en las 72 horas después de ejercicio) sea más efectivo para reducir las respuestas inflamatorias que la recuperación pasiva” (Siqueira et al 2018).

Estos datos contradictorios podríamos pensar que se deben a diferentes metodologías o sujetos experimentales. Puede ser una opción. Pero también podemos encontrar resultados diferentes analizando estudios que contaban con la participación de personas con más o menos el mismo nivel de condición física, que emplearon ejercicios parecidos y protocolos de inmersión en agua fría similares. Es el caso de las investigaciones de Brophy-Williams et al. (2011) y de Leeder et al., (2019). La primera encontró que con esta estrategia de recuperación los niveles de marcadores relacionados con la inflamación, como la CRP o la IL-6, descendían 24 horas después en comparación con una recuperación pasiva. La segunda no observó cambios significativos en estas variables medidas en el mismo momento.

Si consultamos revisiones sobre este tema podemos encontrar que la inmersión en agua fría no parece ser un método efectivo a la hora de modificar valores de IL-6 (que cabe mencionar que tiene papel tanto pro como antiinflamatorio) ni de CRP. Ni inmediatamente después de la recuperación con frío ni las 24 ni a las 48 horas (Hohenaue et al., 2015Dupuy et al., 2018; Xiao et al., 2023). Y aunque en la revisión más antigua de las 2 aquí reverenciadas sí que encontraron diferencias frente a recuperación control a favor de inmersión en agua fría sobre la CRP a las 48 horas, los propios autores dicen que al encontrar solo diferencias en esa variable en ese momento, “los resultados son cuestionables” (Hohenaue et al., 2015). 

Podría ser que las diferentes encontradas entre estudios y dentro de los propios estudios, así como en las conclusiones, se deban en parte a la variable analizada y en el momento que se realiza la medición. Hemos visto que la IL-6 y la CRP no parecen reducirse con la inmersión en frío, pero un hay marcador inflamatorio que parece más sensibles a este método de recuperación: el TFNalfa. En esta línea, Nunes et al (2019) no encontraron diferencias entre recuperación control e inmersión en agua fría en IL-6, pero sí en TNFalfa, que fue menor en la recuperación con frío en diferentes mediciones realizadas hasta 72 horas después. Por su parte, Earp et al., (2019) observaron niveles menores de TNFalfa en la hora posterior a realizar ejercicio físico y realizar una inmersión en agua fría (no realizaron mediciones posteriores). Algo similar encontraron Eimonte et al. (2021)  que mostraron una reducción en las concentraciones de TFNalfa en sangre, aunque solo hasta 12 horas después de la inmersión en agua fría (no hubo diferencias con respecto al grupo control ni a las 24 ni a las 48 horas). Siqueira et al (2018) no encontraron diferencias significativas entre grupos (control vs frío), pero vieron que el grupo control tenía mayores niveles de este marcador que el grupo de inmersión en agua fría a las 24 horas (no realizaron mediciones antes y las realizadas posteriormente no muestran estas diferencias). Además, igual que encontraron Peake et al. (2017) (ver aquí), en ese momento solo el grupo control mostraba mayores niveles de TFNalfa en comparación con los basales. 

Figura 7. Gráficos de valores de IL-6 y TNFalfa tras recuperación control o inmersión en agua fría. Las diferencias entre grupos están indicadas con a, b y c. Todos lo demás símbolos indican cambios pre-post.
  
Por tanto, vemos que, a pesar de que hay ciertos cambios fisiológicos que podrían favorecer una descenso en la inflamación (ej. descenso de temperatura o aumento ciertas hormonas),  los efectos de la inmersión en agua fría sobre la inflamación no son tan evidentes. Pero una cosa debemos tener clara: que haya reducción de la inflamación (si la hubiera), no implica una mejor recuperación . Por ejemplo, en el estudio ya comentado de Brophy-Williams et al (2011) mostraron menor inflamación tras la inmersión en agua fría, pero esto no se tradujo en menores molestias. Algo parecido encontraron Siqueira et al. (2018) y Tseng et al., (2013) (ver imagen de abajo) y Guo et al (2022). Tampoco implica una mejor regeneración de un tejido dañado (ver aquí).
Figura 8. Gráficos que muestran que a pesar de que hay una reducción de marcadores de inflamación (figura izquierda), eso no implica menor dolor (centro) ni mejor recuperación de la fuerza (derecha) (Tseng et al., 2013).
 

¿QUÉ PASA CON EL DAÑO MUSCULAR?

En cuanto al daño muscular, se ha observado que la inmersión en agua fría no es una estrategia más eficaz que una control (recuperación pasiva) para la reducción de marcadores indirectos de daño muscular, como la creatin kinasa (CK) en sangre (Bayley et al., 2007; Goodall y Howatson, 2008; Jakeman et al., 2009; Ingram et al., 2009; Pointon M et al., 2011Pointon et al., 2012; Stearns et al., 2018), aspartato aminotransferasa (AST) (Pointon et al., 2012) o mioglobina (Stearns et al 2018). Ni siquiera después de realizar un esfuerzo intenso, como un Ironman, y haber aumentado valores de daño e inflamación de manera sustancial (ver aquí). Esto mismo concluían un par de revisiones sobre el tema en deportes de equipo (Hohenaue et al., 2015; Higgings et al., 2017). 

Figura 9. Gráficos que muestran cambios en CK y mioglobina tras recuperación control (línea discontinua) y tras recuperación con inmersión en agua fría (línea continua). El asterisco indica cambios significativos con respecto a mediciones pre y la cruz diferencias significativas entre grupos (Bailey et al., 2007).
Dicho esto, algunos estudios sí que han mostrado que la recuperación con frío sí que puede reducir las concentraciones plasmáticas de CK (Eston y Peters, 1999Siqueira et al 2018; Leeder et al., 2019) de AST (Pointon M et al., 2011) o de mioglobina (Bailey et al.,2007). Y son diversas las revisiones que han mostrado que este método de recuperación puede lograr una reducción de estos marcadores, al menos en algún momento de las mediciones realizadas (Leeder et al., 2012Sánchez-Ureña et al., 2015Dupuy et al., 2018  Moore et al., 2022Xiao et al., 2023).
 
De nuevo vemos que al analizar marcadores de daño muscular también hay controversia. Y aunque haya evidencia para concluir que sí que mejora los niveles de CK, tocaría preguntarse también qué consecuencias prácticas tiene el que logremos reducir los niveles de estos marcadores. Porque más allá de que sus niveles pueden no ser una fiel representación de cómo estén nuestros músculos (Baird et al., 2012), ¿qué relación guardan con el estado de recuperación de una persona? Tal y como se muestra en una reciente revisión con metanálisis (Xiao et al., 2023), quizá no mucho.  En dicho estudio se muestra que la inmersión en agua fría tiene efectos positivos sobre la CK a las 24 horas pero no tiene efectos significativos en ese mismo instante sobre las molestias musculares ni sobre el rendimiento físico. Algo parecido, pero con efectos contrarios, se encontró en una revisión anterior (Hohenaue et al. 2015): la inmersión en agua fría mejoraba percepción de dolor a las 24 horas, pero no tenía efectos sobre la CK.
 
Una mejor recuperación del rendimiento físico podría deberse a numerosos factores, uno de ellos sería que nuestros músculos estuvieran más preparados para activarse tras recibir una orden motor. Podría ser que el frío mejorara el proceso de regeneración/remodelación y tuviera dicho efecto, sin embargo, no se ha observado que esta estrategia de recuperación con frío acelere la recuperación de las propiedades contráctiles de la musculatura en comparación con control (Pointon et al., 2011Pointon et al., 2012).
 
En humanos no se ha evaluado de manera directa (al menos no conozco ningún estudio) los efectos de la aplicación de frío sobre el estado de los tejidos después de realizar un esfuerzo importante. En ratones sí que se ha hecho. Y hay cierta controversia. Algunos investigadores encontraron algo parecido a lo que muchos estudio encontraron al utilizar la crioterapia después de una lesión: el frío empeora el proceso de regeneración tisular (ver aquí). Kawashima et al (2021) mostraron que aplicar hielo después de una carrera cuesta abajo, la proporción de fibras que mostraban una alteración estructural era significativamente mayor (vs recuperación pasiva o con calor) al día siguiente, a los 3 y 7 días.  Sin embargo, un reciente estudio (Nagata et al., 2023) muestra que cuando la lesión no es muy grande, la crioterapia puede favorecer el proceso de regeneración del tejido muscular. 
 

¿SE REDUCEN LAS AGUJETAS?

Algunos estudios han encontrado idénticas molestias musculares ocasionadas por el ejercicio en grupos que recuperaron con agua fría y en grupos control (Eston y Peters 1999; Goodall y Howatson, 2008; Jakeman et al., 2009; Brophy-Williams et al., 2011Pointon M et al., 2011;  White et al 2014Argus et al., 2017; Stenson et al., 2017; Stearns et al., 2018Siqueira et al., 2018; Leeder et al., 2019). Esto mismo se concluía en una revisión sobre los efectos de la inmersión en agua fría en las agujetas en deportes de equipo (Higgings et al., 2017). En esta revisión tampoco mejoraba la percepción de fatiga y de recuperación. 

Se ha mostrado, además, que con la inmersión en agua fría no se reduce la expresión de neurotrofinas asociadas al dolor tardío de las agujetas. Peake et al (2017) mostraron los mismos valores de NGF (factor crecimiento nervioso) y de GDNF (factor neurotrófico derivado de células gliales) eran idénticos tras la inmersión en agua fría que tras una recuperación activa. Esto es interesante, ya que se ha demostrado que son moléculas clave en la activación de las fibras nerviosas nociceptivas y, por tanto, juegan un papel crucial en la manifestación de dolor tras la realización de un esfuerzo intenso (Mizumura y Taguchi, 2016). 

Figura 10. Gráfico explicativo sobre cómo GDNF y NGF están involucrados en las agujetas (Mizumura y Taguchi, 2016). A las derecha niveles de GDNF y NGF tras inmersión en agua fría (CWI) y tras recuperación activa (ACT) (Peake et al., 2017).

 Por el contrario, otros sí que encontraron una menores molestias musculares en reposo o durante la realización de movimientos tras la recuperación con frío en comparación con una recuperación pasiva (Bailey et al. 2007; Ingram et al., 2009; Rowsell et al., 2011Pointon et al., 2012; Siqueira et al 2018Tavares et al., 2019) o activa (Roberts et al., 2014). Y son varias las revisiones que, tras haber analizado diversos estudios, concluyen que la inmersión en agua fría es una estrategia efectiva para reducir estas molestias a corto (inmediatamente) o más largo plazo (24-96 horas) (Leeder et al., 2012; Murray y Cardinale, 2015Sánchez-Ureña et al., 2015; Machado et al., 2016;  Dupuy et al., 2018Moore et al., 2022). 

Figura 11. Forest plot de metanálisis que muestra que la inmersión en agua fría (CWI) es superior a una recuperación pasiva (control) en la mejora de las molestias musculares a las 24 horas (Moore et al., 2022).

Además, se ha observado que puede aumentar el umbral de dolor frente a estímulos mecánicos (Pointon et al., 2011), así como mejorar la percepción de rigidez muscular (Eston y Peters 1999) y fatiga (Rowsell et al., 2011).
 
Otros han mostrado que los efectos positivos, pero que las conclusiones depende de cuándo se realice la evaluación. En algunas ocasiones se he reportado que los efectos analgésicos de la inmersión an agua fría son temporales. Esto es, que nos puede ayudar a tener menos molestias durante un tiempo limitado, pero que no tiene efectos ni al día siguiente ni días ulteriores (Pointon et al., 2012Broatch et al., 2014  Esto es precisamente lo que nos muestra una reciente revisión con metanálisis (Xiao et al. 2023).
 
Siquiera et al (2018) mostraron cuando se aplica de manera repetida (1 vez al día las 72 horas después de realizar ejercicio) las agujetas no eran menores que en una recuperación pasiva en las primeras 96 horas, pero sí a las 168 horas. Por su parte en una reciente revisión (Moore et al., 2022) se muestra que los efectos depende el momento de la medición y del tipo de ejercicio realizado. Después de realizar ejercicios excéntricos, la inmersión en agua fría no parece tener efectos beneficiosos en el dolor muscular hasta las 48 horas; mientras que tras realizar ejercicios de alta intensidad (HIIT) los efectos se dan desde el primer momento hasta las 48 horas. 

¿ACELERA LA RECUPERACIÓN DE LA FUNCIÓN?

Pregunta difícil de contestar. 

En la ya comentada revisión de Moore et al. (2022) se muestra que, al igual que pasa con las agujetas, las conclusiones pueden depender de la variable analizada, del momento en que se haga y del tipo de esfuerzo que se realizó y que provocó el descenso en el rendimiento

Figura 12. Resumen de efectos de la inmersión en agua fría según revisión de Moore et al., 2022
 

Como se puede observar en la imagen de arriba, la inmersión en frío puede facilitar la recuperación del rendimiento en pruebas de potencia (esto es: rendimiento en sprint, salto y pruebas de potencia anaeróbicas) en las 24-72 horas tras realizar ejercicios excéntricos. Sin embargo, después de realizar ejercicio de alta intensidad este método solo mejora la recuperación de la potencia a las 24 horas (algo de efectos positivos, pero no significativos a la hora después de recuperarse, pero sin efectos a las 48-96 h). Por otro lado, los valores de fuerza (pico concéntrico de fuerza, pero la mayoría de mediciones con pico isométrico de fuerza) ni de flexibilidad (aunque esto no se sabe bien porque hay pocos estudios), parecen recuperarse mejor con la inmersión en agua fría en ningún momento. A destacar que todos estos efectos no se vieron condicionados por la temperatura del agua ni por la duración de la inmersión.

Estos resultados son los mismos que se encontró en una revisión realizada hace más de 10 años. En 2012, una revisión con metanálisis (Leeder et al., 2012) concluía que inmersión en agua fría sí que podía tener efectos positivos sobre la recuperación del rendimiento, pero que solo se daban sobre el rendimiento en pruebas que consideraban y tradicionalmente se denominan de “potencia muscular” (ej. salto) y no sobre el rendimiento en test que consideraban “fuerza muscular” (ej. contracción voluntaria máxima). Esto podría deberse, según argumentan Moore et al (2022)  a que la inmersión en agua fría podría reducir la stiffness (rigidez) muscular, algo que haría que aumentara el rendimiento en pruebas más dependientes del ciclo estiramiento-acortamiento y no tanto en aquellas pruebas en las que se tarde más en aplicar fuerza (como las pruebas de fuerza isométricas máximas; más dependientes de esa rigidez). Algo que coincide con lo que encontraron White et al. (2014): la recuperación con inmersión en agua fría facilitó la recuperación del rendimiento en test de salto en los que existe un ciclo estiramiento-acortamiento (ej. drop jump) frente a test de salto en los que solo se dan contracciones concéntricas (ej. jump squat)

Estos hallazgos no implican que la “fuerza” (rendimiento en test de fuerza isométrica o dinámica máxima) no se pueda recuperar mejor mediante la inmersión en agua fría. Como muestra de ello, Roberts et al. (2015) mostraron que, en comparación con una recuperación activa, la inmersión en agua fría sí que puede favorecer el mantenimiento de la capacidad de aplicar fuerza (torque isométrico pico) durante aproximadamente 1h tras la realización de un protocolo de 10 series de 20 extensiones isocinéticas máximas de rodilla a 90º/s. Y hay más ejemplos (Broatch et al.  2014).

Tampoco implica que siempre se haya encontrado o vayamos a encontrar mejoras en rendimiento físico en este tipo de pruebas comentadas tras recuperarnos con agua fría. Un ejemplo lo podemos ver en el estudio de Siqueira et al. (2018)  donde tras realizar una inmersión en agua fría de manera repetida (en diferentes días) no se encontró una mejor recuperación (vs control) ni en un test de fuerza isométrica ni en un salto CMJ. Pero hay más estudios que corroboran que no tiene por qué lograrse una mejor recuperación del rendimiento en pruebas explosivas/máximas que frente a recuperaciones pasivas o activas (Eston y Peters, 1999; Goodall y Howatson, 2008Jakeman et al., 2009Roberts et al., 2014; Argus et al., 2017; Leeder et al., 2019). Algo que concluye precisamente una revisión de este año (Xiao et al., 2023). 

Figura 13. Gráficos que muestran que la inmersión repetida en agua fría (cada 24 horas) no mejora la recuperación del rendimiento en pruebas de “fuerza” y “potencia”. “a” representa cambio pre para ambos grupos (Siqueira et al 2018).

 

Algunas ocasiones se ha observado que con este método de recuperación, el rendimiento en las horas de después puede ser peor. En un estudio realizado por Parouty et al (2010) mostraron que cuando se realizaron 2 test de 100m de nado estilo libre separados por 30 minutos, el rendimiento en el segundo test era significativamente peor cuando dentro del periodo de recuperación se incluían 5 minutos de inmersión en agua fría, a pesar de incluir 10 minutos de recalentamiento y provocar un aumento en la percepción subjetiva de recuperación.
 
Esto, sabiendo que la capacidad de contracción muscular es dependiente a la temperatura muscular, puede tener sentido. Y hay evidencia que nos hace pensar si el objetivo es acelerar la recuperación de la capacidad de realizar acciones explosivas y el tiempo de recuperación disponible es pequeño (0-2 horas), debe evitarse la recuperación con frío (White et al 2014Garcia et al., 2016Xiao et al. 2023).
 
Pero, de nuevo, este efecto perjudicial no es algo que siempre se haya observado (Pointon et al., 2012Roberts et al., 2015). Pointon et al. (2012) mostraron unos resultados contrarios a lo comentado anteriormente (y bastante curiosos). Tras la realización de un protocolo de series intermitentes de alta intensidad en un ambiente caluros, en comparación con una recuperación pasiva, la inmersión en agua fría favoreció la aplicación máxima de fuerza (torque isométrico pico) y la actividad electromiográfica al finalizar los 20 minutos de recuperación. Curiosamente, en las mediciones realizadas a las 24h, la capacidad de aplicar fuerza y la actividad electromiográfica se habían recuperado mejor en el grupo control.
 
Figura 14. Gráficos que muestran que la inmersión repetida en agua fría mejora la recuperación del torque (a) y de la activación voluntaria (b) justo después de recuperar tras realizar ejercicio en ambiente caluroso, pero no mejora recuperación (empeora) al día siguiente (Pointon et al., 2012).
 
Por su parte, Roberts et al. (2014) observaron que los descensos de rendimiento en pruebas explosivas/máximas (CMJ, SJ, pico de fuerza y RFD30 en squat isométrico) tras el entrenamiento y a las 2 y 4h realizado fueron idénticos con protocolos de recuperación con frío o activa. Además, no encontraron diferencias en la función muscular submáxima (medida, a las 6h, como la carga media y total utilizada en un protocolo de 6×10 squats al 80% RM) en las 3 primeras series realizadas. Por el contrario, la carga media y total en las 3 últimas series fue mayor en el grupo de recuperación con agua fría. Estos resultados podrían indicar que la aplicación de frío es una estrategia más efectiva sobre el rendimiento en esfuerzos de mayor duración.
 
En otro estudio más reciente (Kodejška et a., 2018. Ver aquí) se han corroborado en cierta manera estos hallazgos, ya que mostró que, en comparación con una recuperación pasiva, la inmersión en agua fría permitió que escaladoras/es de nivel medio-avanzado mejoraran la capacidad de aplicar fuerza en series de contracciones isométricas submáximas (60% MVC). En esta línea, otros estudios han mostrado que la aplicación de frío puede ser recomendable cuando el objetivo es mejorar el rendimiento físico en torneos de fútbol con varios partidos (Rowsell et al., 2011) en test como el Yo-Yo nivel 1 (Brophy-williams et al., 2011), en diferentes protocolos de esfuerzos con intervalos de alta intensidad (Rowsell et al., 2014 , o en pruebas de media distancia realizadas en ambientes calurosos (Peiffer et al., 2010; Vaile et al., 2008/2011).
 
Se ha mostrado que con este método de recuperación pueden mejorar las molestias musculares, reducirse la fatiga y aumentar la percepción subjetiva de la recuperación (Rowsell et al., 2014). Además, puede acelerar la recuperación de variables como la frecuencia cardíaca o la variabilidad de la frecuencia cardíaca (Roberts et al., 2015). Esto podría hacer pensar que la aplicación de frío puede ser una buena estrategia para acelerar la recuperación entre esfuerzos. Y, efectivamente, podemos ver que la inmersión en agua fría puede ser un método eficaz para ayudarnos a recuperarnos mejor después de realizar ejercicio físico (Murray y Cardinale, 2015Higgings et al., 2017  Moore et al., 2022 ; Chaillou et al., 2022). Hay diversas investigaciones que han mostrado que podríamos acelerar la recuperación del rendimiento en diferentes pruebas, explosivas o submáximas, tanto en las primeras horas tras la aplicación de frío, como varias horas o días después. Pero también existen estudios que han mostrado que no es una estrategia superior a una recuperación pasiva o activa. Incluso hay quienes observaron que, cuando ha pasado poco tiempo desde la inmersión, el rendimiento puede ser peor cuando optamos por meternos en agua fría (Xiao et al., 2023). Las conclusiones dependen del estudio y de la variable analizada. 
 
Hace unos años se publicaron (Schimpchen et al., 2017) unos resultados que pueden dar cierta respuesta al porqué de resultados tan dispares. En esta investigación se estudiaron los efectos de la inmersión en agua fría sobre la recuperación objetiva y subjetiva de atletas olímpicos de halterofilia durante una fase intensa de entrenamiento (5 sesiones concentradas en 3 días). Realizaron un test específico de rendimiento (snatch pull con 85 y 90% del peso objetivo en los campeonatos del mundo que tendrían lugar 3 meses después del estudio) a la misma hora el primer y último día de cada fase. Se observó las respuestas a la aplicación de frío son muy individuales. Por ejemplo, un atleta mejoró el rendimiento en los dos test de rendimiento realizados tras la fase en la que utilizó la inmersión en agua fría como método de recuperación pero redujo su rendimiento en ambos test durante la condición control, en la que recuperaban de forma pasiva. En este caso particular, en la fase en la que recuperó con frío, los cuestionarios revelaron una mejora en la percepción de recuperación general y una reducción en el estrés percibido en comparación con la condición control. Por otro lado, dos atletas rindieron bastante peor durante la fase con inmersión en agua fría y mejor o igual durante la fase control. En esta ocasión, los cuestionarios no mostraron diferencias o mostraron diferencias muy pequeñas en la percepción subjetiva de la recuperación y mostraron un aumento en la percepción de negatividad con la intervención.
 
Algo parecido encontraron Bosak et al. (2009) con otro tipo de pruebas físicas. Tanto en el grupo que se expuso a frío como el control, fueron 3 personas las que mejoraron rendimiento en 5 km, 2 las que mantuvieron el mismo ritmo y 7 las que corrieron más lentas. Además, observaron que los corredores que respondieron de manera positiva al hielo indicaron que sus piernas “se encontraban mejor”.
 
Además de las respuestas individuales —que pueden deberse a diferentes factores (ej. creencias/expectativas, masa muscular, masa grasa…)—, las diferencias en los resultados de los estudios publicados con respecto a esta temática pueden deberse a diversos aspectos metodológicos (ej. ejercicio previo, tiempo de aplicación de frío, el tipo de estrategia utilizada, profundidad de la inmersión, la temperatura del agua… se tratarán mas adelante en este artículo) que deriven en respuestas fisiológicas diferentes (ej. la temperatura alcanzada en músculo) y por tanto, en respuestas funcionales diferentes.
 
Llegados a este punto, parece razonable que no se den recomendaciones generales en cuanto al uso de frío como método de recuperación de la capacidad para realizar esfuerzos de alta intensidad en un corto período de tiempo. Por el contrario, es necesario estudiar las respuestas individuales de cada persona, así como utilizar protocolos de frío adecuados.
 

LA INMERSIÓN EN FRÍO NO ES SUPERIOR AL PLACEBO

Wilson et al (2018) mostraron que tras correr una maratón, la recuperación no fue mejor con inmersión en agua fría en comparación con una recuperación placebo (ingesta de un zumo con sabor a fruta que los participantes pensaban que era zumo de cereza, rico en polifenoles y que ayuda a la recuperación; por tanto, placebo). No se observaron beneficios claros en marcadores de daño muscular o inflamación (excepto CRP) , las agujetas no eran menores ni se recuperó antes la función muscular. Ni al día siguiente, ni a los 2 días. Y además se observó que con la crioterapia los síntomas de estrés y ciertos marcadores de daño e inflamación eran incluso peores que con el placebo (ver aquí).

Estos mismos autores observaron algo parecido después de realizar un entrenamiento de fuerza con un volumen importante (120 repeticiones de diferentes ejercicios) y una intensidad media-alta (RPE de 7.5 aproximadamente). En esta investigación (Wilson et al., 2019) se demostró  de nuevo que la inmersión en agua fría no más efectivo era más que placebo (pastilla simulando BCAAs: aminoácidos de cadena ramificada) para reducir molestias musculares ni marcadores de daño muscular o inflamación a las 24, 48 o 72 horas (aunque sí que redujo CRP a las 24 horas). Incluso se observó que la recuperación fue peor en algunos de estos marcadores y también en los síntomas de estrés.

Figura 15. Gráficos que muestran que la inmersión repetida en agua fría y la crioterapia a cuerpo completo (WBC) son iguales de efectivas (o menos) para la recuperación de marcadores de daño e inflamación.
 
Con respecto a la capacidad de aplicar fuerza (medido a través de diferentes test: CMJ, contracción voluntaria isométrica máxima, pico fuerza isométrica, RSI, RFD 100-200ms, torque pico) se observó que o no había diferencias significativas entre recuperación placebo e inmersión en agua fría, o que con esta última opción se lograba un peor rendimiento físico los días posteriores.
 
de Freitas (2019) durante una semana de entrenamiento de jugadores de voleibol no observaron diferencias entre una recuperación con agua fría y una recuperación placebo (luz LED inactiva) en las molestias musculares, en marcadores de inflamación (IL-6, IL-1, TNFalfa), de daño muscular (CK) o de estrés oxidativo ni a nivel hormonal (testosterona, cortisol, T:Cr, IGF-1). Tampoco a nivel de rendimiento físico en diferentes test (CMJ, CJ  y test agilidad). La única diferencia fue que con la inmersión en se logró reducir más a circunferencia de los brazos, nada más (aunque tendencia a mejorar más CMJ desde día 1 a 2 y ratio T:C).
 
Una cuestión importante aquí. Esto no quiere decir que la inmersión en agua fría no sirva. Puede ser superior a una recuperación pasiva en todas las variables comentadas hasta el momento. Lo que se muestra en estos estudios simplemente es que esos posibles efectos positivos no son superiores al placebo. 
 
 
Broatch et al. (2014) mostraron que la inmersión en agua fría puede tener un efecto beneficioso en cuanto a la recuperación del rendimiento físico tras una sesión de ejercicio intermitente de alta intensidad frente a un grupo control. Sin embargo, este tratamiento de crioterapia no fue superior al placebo. Curiosamente se observó una correlación significativa (moderada) entre la percepción de efectividad de los métodos de recuperación (antes de realizar ejercicio) y la recuperación de la fuerza. Algo similar a lo que podemos encontrar en un artículos más reciente (Nasser et al., 2023).
 
Figura 16. Gráficos que muestran que la inmersión en agua fría mejora la recuperación del rendimiento físico en comparación con la inmersión en agua tibia. Pero no fue superior al agua tibia, cuando a los participantes se les dijo que este era un buen método de recuperación, un placebo (Broatch et al. 2014)
  

ALGUNAS CONCLUSIONES

  • Los estudios encontrados muestran resultados muy dispares. Algunos concluyen que la aplicación de hielo es un método eficaz para acelerar la recuperación de diversas variables. Otros no encuentran diferencias cuando se comparan los efectos que produce una recuperación pasiva, activa o un tratamiento placebo. Otros incluso que puede retrasar la recuperación y reducir el rendimiento en pruebas posteriores, independientemente del tiempo transcurrido. 
  • Parece que las respuestas son diferentes según el protocolo utilizado, el tipo de ejercicio y la persona que reciba el tratamiento. Debido a que puede producir efecto contrario al que buscamos, no debería recomendarse de forma general. Es necesario conocer las respuestas individuales sobre la recuperación de rendimiento en una prueba concreta. Para esto no queda otra que probar…En personas que respondan adecuadamente al frío, puede ser una estrategia de recuperación interesante tras un esfuerzo físico, en periodos de entrenamiento intenso o para mejorar el rendimiento en diferentes competiciones (por ej. escalada, torneos deportes equipo o ciclismo) (ver aquí). 
  • En el caso de utilizarse la inmersión en agua fría, el protocolo que parece mas beneficioso es aquel que dura entre 10-20 minutos con temperatura del agua entre 10-15ºC (Machado et al., 2016Stephens et al., 2017 . Aunque habría que modificar el protocolo en función del objetivo (ej. descenso temperatura para esfuerzo posterior vs mejora recuperación al día siguiente) y las características individuales (ej. masa grasa, masa muscular, género, edad… para más información ver Stephens et al., 2017).
  • Sabiendo que la capacidad de contracción muscular es dependiente a la temperatura muscular, si el objetivo es acelerar la recuperación de la capacidad de realizar acciones explosivas y el tiempo de recuperación disponible es pequeño, debe evitarse la recuperación con frío. Aunque no siempre se han encontrado efectos perjudiciales (ej. tras ejercicio en ambiente caluroso o vs recuperación activa).
  • Debido a que puede reducir fatiga asociada a hipertermia y reducir la temperatura antes del inicio del esfuerzo (lo que daría margen a poder trabajar durante periodos más largos al encontrarnos mas lejos de la temperatura límite), puede ser una estrategia muy interesante para mejorar el rendimiento en competiciones realizadas en ambientes calurosos. También para recuperar después de ejercicios realizadas a altas temperaturas. 
  • En el caso de considerarlo necesario, existen diferentes métodos de recuperación con frío; aplicación de paquetes de hielo, masajes con hielo o inmersión con agua fría, pero independientemente del método seleccionado, deben evitarse exposiciones prolongadas que reduzcan demasiado la temperatura intramuscular, ya que pueden tener efectos negativos en la recuperación (ver aquí). 
  • La utilización este método de recuperación produce una supresión de la señales anabólicas y de la actividad de las células satélite postejercicio, y a largo plazo, una disminución en las ganancias en fuerza e hipertrofia (Fröhlich et al., 2014; Roberts L y col. 2015; Figueiredo et al., 2016; Yamane et al., 2005 y 2015; Fyfe et al., 2019; Fuchs et al., 2020; ver aquí, aquí y aquí). En el caso de adaptaciones al entrenamiento de “resistencia”, si bien parece hay quien encontró que podía ser beneficioso, un reciente estudio (Broatch et al., 2017, ver aquí) cuestiona la utilización de frío como estrategia efectiva para promover la biogénesis mitocondrial, el contenido y función mitocondrial, y las mejoras en el rendimiento en pruebas de resistencia.  Además, también puede tener efectos negativos en cuanto a adaptaciones típicas del entrenamiento de resistencia (ver aquí). Por tanto, aunque puntualmente pueda ser interesante, debe evitarse la utilización sistemática del frío como método de recuperación postentrenamiento.

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